Crean bioplásticos con piel de tomate que se descomponen en un mes en el mar

Investigadores del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea La Mayora han desarrollado bioplásticos producidos a partir de restos de tomate, que se descomponen en solo un mes en el mar -frente a los 450 años que tardan en degradarse los plásticos derivados del petróleo-, y que poseen propiedades similares a los envases comerciales.

Fecha: 16-Nov-2021

Fuente: Fresh Plaza

De las hojas, los tallos y de la piel de los tomates que se desechan en la industria conservera tras hacer salsa de tomate o kétchup, se extrae la celulosa de forma purificada. A través de ésta, se crea una película o papel film robusto y transparente con múltiples aplicaciones, explica el investigador del IHSM, José Alejandro Heredia, quien trabaja con la celulosa obtenida de estos restos para crear un material capaz de ser modificado con sustancias bioactivas antibacterianas y antioxidantes que posea propiedades para el envasado de alimentos y que, además, se degradaría en un tiempo mínimo respecto a los envases de plástico.

Plásticos sostenibles e inteligentes
Estos bioplásticos pueden ser hidrófobos, fluorescentes, nacarados o de diversos colores y tonos según la exposición de la luz.

El “empaquetado inteligente” es otra de las revoluciones que proponen estos bioplásticos: una vez que protege un alimento, si el plástico deja de ser de su color inicial, significa que ha absorbido agua y está perdiendo su estructura, por lo que está empezando a perder propiedades antioxidantes y dejando de ser útil; actuando así como una especie de sensor.

Otra de las principales aplicaciones que pueden tener estos plásticos generados a través de los restos de tomate es recubrir el interior de una lata. Heredia asegura que, una vez llevado a cabo el proceso de producción de este bioplástico, se ha comprobado que es “tan bueno” como los comerciales actuales derivados del petróleo, ya que consiguen que el metal “resista muy bien la corrosión y no migran hacia el alimento”.

Sin embargo, lamenta el investigador, su aplicación comercial está lejos de llegar, ya que la industria de los plásticos necesita poder utilizar la misma maquinaria para que sea económicamente viable este cambio, que supondría una revolución para el medio ambiente y la sostenibilidad alimentaria.