El lobito bueno /Luis Miguel Ferrer

Fecha: 17-Feb-2021

 

Luis Miguel Ferrer 
Departamento de Patologia Animal
 Facultad de Veterinaria - Universidad de Zaragoza
Instituto Agroalimentario de Aragón (IA2)
lmferrer@unizar.es
 

Érase una vez
un lobito bueno
al que maltrataban
todos los corderos.

Así comienza el poema de José Agustín Goytisolo titulado «Un mundo al revés». Podría continuar: Y había también, un político experto, al que amaban todos los ciudadanos, pero lo que está pasando con el lobo ibérico y la ganadería española es algo muy serio, que no soporta los versos y no se puede tomar como un juego de poder político. Nunca debería tomarse una decisión sin analizar en profundidad las consecuencias. En primer lugar, hay que escuchar al que sufre el problema y después intentar entender porque se queja y si realmente es cierta la queja, intentar solucionarla.

En este caso, los daños causados por el lobo, en la ganadería de cinco comunidades autónomas y parte de Portugal, son muy grandes y los motivos de los ganaderos para expresar su malestar son más que razonables, aunque se puede convivir con el lobo, esto no es barato ni en dinero ni en sufrimiento animal y humano, porque los animales domésticos cuando son atacados también sufren y sufre el ganadero que tiene que ver impotente la situación, cosa que parece no importar.

Yo soy veterinario, me considero ecologista y respetuoso con el medioambiente, no milito en ningún partido político y desde que nací, en un pueblo, he vivido y trabajado en distintos núcleos rurales, compartiendo el día a día con las gentes del lugar. Ahora vivo en Zaragoza, en un barrio rural, pero mi formación y dedicación a la ganadería de rumiantes, especialmente la extensiva, han hecho que conozca muy bien a los ganaderos y también a sus ovejas, cabras y vacas.

Con mis ovejas de prácticas.

Los ganaderos son los primeros interesados en el bienestar animal, bien entendido, no el concepto urbanita de animal-mascota-familia, porque es la base de su economía. Las muertes salvajes e inútiles de los ataques de predadores no solo les generan daños económicos, sino que les causan una sensación terrible de desasosiego y desamparo, agravada por los comentarios en las redes sociales de esos fanáticos pseudoecologistas, que van atropellando a todos aquellos que no se rinden a su ideario supremacista.  

Para mí, como profesor de universidad, veterinario y diplomado del European College for Small Ruminant Health Management, los ganaderos y sus ganados son más importantes que el lobo. Aprovechan recursos que si no se perderían, producen carnes y quesos de gran calidad, que alimentan y satisfacen a toda la población, incluidos los que les atacan, fijan población rural, “el último en dejar un pueblo es el pastor”, y cuidan y mejoran el medio ambiente.

Como naturalista me gusta que todas especies tengan su cabida en la naturaleza, pero el lobo es un depredador y no puede estar incontrolado. Las series de televisión son muy bonitas, pero cuando vives la realidad y te llaman para un ataque de predadores, lobos o perros asilvestrados, lo que ves es espantoso. Cuando llegas encuentras a muchas ovejas mordidas, bastantes muertas, otras “destripadas”, abortadas, miembros arrancados en animales vivos. Las escenas son dantescas y cuando te acercas a las ovejas, nerviosas tras lo sucedido, puedes ver en su mirada el miedo y el dolor.

Esta no pudo escuchar la clase

No entiendo que, en la escala de valores de algunos naturalistas, el lobo esté por encima de la vida de otros animales y de las personas que trabajan en el medio rural. Que tengamos que mantenerlo, lo admito, pero que se extienda por toda la península sin control, no lo veo normal. El mismo Félix Rodríguez de la Fuente, pionero en la defensa del lobo, argumentaba “yo siempre he dicho una cosa en la que no tengo más remedio que ser muy explícito, donde el lobo cause daños o ponga en peligro la vida humana, el lobo debe ser controlado” y añadía “resulta absolutamente incongruente y un tanto utópico, tratar de defender al lobo donde causa daño a la economía humana”. Los daños en el ganado son bien conocidos y mal pagados, el desánimo en el ganadero y el abandono de la actividad cuestión de tiempo y los ataques a seres humanos cuestión de hambre y oportunidad.

No entiendo que, en una votación a nivel nacional, no se escuche a las personas que sufren las consecuencias de esas decisiones y, menos aún, que sea un voto aragonés, el que haya decantado la votación y haya hecho posible esta aberración, que va en contra de la ganadería y el medioambiente.

El pastor y su rebaño son la mejor cuadrilla de bomberos, la más ecológica y la más económica, pues se adelantan al incendio. Así pues, si de verdad les importa que haya vida en los pueblos y que los montes estén limpios, por favor, no legislen desde sus cálidos despachos, hablen con los ganaderos, escúchenles, pues como decía Ortega y Gasset en su obra El Espectador: “Yo, que soy profesor de Universidad, necesito de la colaboración de los pensamientos aldeanos mucho más que ellos de los míos”. Y déjenles que puedan seguir trabajando.

El lobito de los ecologistas de pacotilla se parecía más a este poema:

Érase una vez
un lobito bueno
que nos deleitaba
con largos paseos.
La gente miraba
y fotografiaba
y él les sonreía
junto a la manada.

Este lobito bueno de los eco-domingueros aporta más bien poco al mundo rural y al medio ambiente. Dejemos en paz a nuestros ganaderos y a sus animales y ellos lo harán mucho mejor que los planes gestados en cómodas oficinas.