El incendio de las Hurdes. Otro mordisco del lobo de Madrid. / Luis Miguel Ferrer

Fecha: 18-Jul-2022

Luis Miguel Ferrer 
Departamento de Patologia Animal
 Facultad de Veterinaria - Universidad de Zaragoza
Instituto Agroalimentario de Aragón (IA2)
lmferrer@unizar.es

Como escribí hace pocas fechas, los incendios en España eran previsibles, ayer fue la Sierra de la Culebra, hoy son las Hurdes y mañana, Dios dirá. La mala gestión del mundo rural nos lleva a estas cosas.Es muy fácil destruir un sector productivo, pero es muy difícil volverlo a poner en funcionamiento. Ayer, en nombre de la rápida transición ecológica, cerrábamos las centrales térmicas sin tener bien asegurado nuestro abastecimiento energético, hoy, un pasito para atrás, vamos a reabrir lo que se pueda. El reto demográfico, la otra pata de este ministerio, afecta a la despoblación rural, pues no hemos visto un avance y, más bien, con la gestión actual del mundo rural, queda amenazado de cierre.

Pensábamos que produciendo tornillos y microchips estaba todo resuelto para vivir bien y ser felices. Pues ya ven que no, que el mundo rural da de comer a pueblos y ciudades, pero ni da la felicidad, ni asegura la alimentación en el futuro. Más aun, al mundo rural no le dejan ser feliz.

Comentaba en el otro artículo que, el lobo real y el otro, el de Madrid y autonomías donde se legisla, están asfixiando al mundo rural que les nutre de alimentos abundantes y mal pagados a ellos y, la legislación, con la “burocracia” que conlleva, hacen poco apetecible el trabajo agroganadero del mundo rural, el que ha de sostener y retener a la gente en los pueblos. Si después hay industrialización de los productos regionales o turismo, mucho mejor, pero la gallina de los huevos de oro, la que estamos desplumando y acabaremos matando, es la agricultura y ganadería.

La gestión del medio y la interrelación ganado-pasto-bosque se ha plasmado en los escritos de multitud de lugares y ha sido capaz de mantener un medio rural vivo en multitud de ecosistemas.

Carrascas pastoreadas 

La demonización de la ganadería (especialmente, las cabras) durante la repoblación de pinos en la posguerra española fue brutal y la persecución a los ganaderos ha sido y sigue siendo continua y ridícula. Todo está relacionado en el mismo ecosistema y tiene que encajar perfectamente.

Si miramos en la historia, podemos aprender y no caer en los mismos errores, pero tan difícil es leer historia para aprender, como fácil es negar lo pasado y errar. Aunque errar debería escribirlo con H, ”herrar”, de herradura, ya que hay alguno que es muy burro y le calzarían bien.

Pero dejando la broma a un lado y repasando un poco por encima el tema, nos encontramos unas “Ordenanzas de la Sierra de Cazorla” (1552), que decían “Los ganados podían aprovechar las hojas y brotes de los árboles, pero el ramoneo estaba prohibido si los árboles tenían fruto; además, si se cortaban ramas, era siempre obligatorio dejar horca y pendón, según la costumbre. Desde San Miguel hasta San Lucas quedaba prohibido varear los árboles, bajo pena de 2.000 maravedíes que aumentaría en 600 maravedíes más, si se encontraba al pastor vareando, pasado este plazo se podían recolectar los frutos, especialmente las bellotas.

Las “Ordenanzas de la Comunidad de Daroca” (1779) hablan de la utilización de árboles silvestres en tiempos difíciles “Estando prevenido por Ordinacion del Señor Rey Don Juan, que en tiempo de nieve cerrada los Ganados se pudiesen mantener con rama de carrasca en Montes vedados; y por evitar las diferencias, los Ganaderos, y Pastores en tiempo de nieve cerrada, puedan cortar para socorrer sus Ganados las cimas de carrascas, rebollos, y cualquier otros arboles silvestres de Dehesas, y Vedados, con tal, que la rama, o cima no sea mas gordo que la muñeca de la mano de un hombre, y si fuese más recia, la hayan de apreciar los Alcaldes, con intervención de Perítos, y lo que los dichos apreciaren, hayan de pagar los Ganaderos, a razón de cinco sueldos por carga, y si hubiesen hecho mal corte, deben pagar sesenta sueldos de cada uno, y que en cada carrasca no pueda a ver sino un mal corte”.

Las “Ordenanzas de Villel de Mesa” (1821) citan “desde el dia de los Santos hasta el ultimo de Marzo, puedan cortar para el sustento de sus ganados quatro ramas de cada carrasca y sabina; y estas cortadas con puñal, y no con acha, siendo necesidad y con licencia del Ayuntamiento.”

Si el ganado limpiaba el pasto y el matorral y el pastor limpiaba las ramas bajeras, los incendios se prevenían con el ganado durante el invierno “desde el día de los Santos hasta el ultimo de Marzo”, como bien dice el escrito.    

Si nos vamos centrando en el tema, podemos ver lo que piensa el historiador del siglo XVII, Don Diego Sánchez de Portocarrero, “Sobre el ganado en el Señorío de Molina”, "Aquellas montañas y asperezas tampoco en su género son infructíferas, antes muy útiles para los ganados y sus pastos.”

Estas palabras podían escribirse igual en las Hurdes, tierra dura y pobre, pero propicia para el pastoreo y la apicultura.

Tras la guerra civil española, se plantaron pinos que dieron abundantes jornales en ese momento, pero se acabo con el ecosistema propicio para el ganado y se persiguió a toda cabra u oveja que se acercaba a los pinos plantados. Pan para hoy y hambre para mañana.

La ganadería extensiva cuida el medio, limpia maleza, disemina semillas, da vida y riqueza y mantiene a la población, además de las consabidas producciones de carne, leche (quesos exquisitos), lana, pieles, y ahora, la oveja corta-cesped de jardín. Todo ello es la prevención de incendios bien hecha.

Chopera pastoreada 

Esta mañana, antes de ponerme a escribir, he estado hablando largamente con mi amigo P. Jesús Montesa, pastor jubilado, de los de antes, de los que cortaban las ramas falderas de las sabinas para alimentar en invierno al ganado, de los que hacían fuego con las ramas bajas y secas de los pinos, de los que, con un gancho y palo largo, tiraban el muérdago de los pinos para alimentar al ganado y mantener vivos los pinos (ahora da pena ver los pinos muriendo por la parasitación de muérdago).

Me hablaba de cómo iban corriendo ovejas y cabras hacia el ruido del crujir de la rama con muérdago al tirón del gancho, de cómo mantenían a raya los lentiscos, me hablaba de ese espíritu que se esta perdiendo por la falta de “verdaderos pastores”.

El fuego no es el problema para comenzar y apagar los incendios, los pastos bastos se quemaban para que renaciera hierba tierna y no pasaba nada, los rastrojos se quemaron durante décadas, como yo mismo lo hice con el buen saber y hacer de mi padre, y no pasaba nada. En el campo había abundante gente y todo se controlaba.

Lo que pasa ahora es abandono, despoblación, desmotivación de los ganaderos, sentimiento de culpabilidad, miedo, burocracia, falta de rentabilidad de lo que producen ….. y eso se cría y genera desde Madrid y sus metástasis autonómicas.

Cuando pueda leer en el BOE cosas sensatas como en las viejas ordenanzas, estaré feliz de contento, pero me temo que voy a envejecer, en la ciudad, y con toda la desesperación de los que esperan un cambio, ………, pero que sea a bien, que hacia mal y peor los estamos viviendo todos los días.

¿Quién paga el paisaje mantenido? ¿Quién paga el oxígeno producido en nuestros montes? ¿Quién paga el CO2 fijado al suelo? Echamos la culpa de la huella de carbono a las pobres vacas y otros rumiantes y, cuando no podemos parar un incendio de decenas de miles de hectáreas, soltando ingentes toneladas de CO2 a la atmósfera, agachamos la cabeza, miramos al tendido y le echamos la culpa al último desgraciado que pasa por la calle, al ganadero.

Al paso que vamos, la muerte del mundo rural va a ser a la vez que la muerte de todo nuestro mundo. Ya estamos muriendo poco a poco, aunque en Madrid no quieran reconocer esta agonía del ganadero, del mundo rural y del planeta.