Un análisis agroeconómico avala la rentabilidad de las innovaciones que minimicen los efectos del cambio climático en frutales de hueso

El Grupo Operativo ‘Adaptación del Sector de los Frutales de Hueso al Cambio Climático’ ha llevado a cabo en los últimos dos años trabajos encaminados a lograr un mejor conocimiento de los efectos del cambio climático en ese cultivo y cómo orientar al sector para que sepa cómo adaptarse a la nueva coyuntura.

Fecha: 14-Jul-2021

Tags: frutales

Fuente: Innovagri

Entre sus objetivos, se encuentra el diseño y optimización de sistemas, métodos y prácticas de cultivo eficientes y sostenibles para paliar las afecciones que provoca el cambio climático en los frutales de hueso, así como un análisis agroeconómico del impacto del cambio climático en el sector de frutales de hueso y viabilidad económica de las innovaciones en prácticas de cultivo conducentes a paliar sus efectos.

Los responsables de los trabajos llevados a cabo para alcanzar estos objetivos han sido Imida, Cebas-CSIC y ENAE.

Entre los diferentes métodos o prácticas de cultivo eficientes, según Jesús García Brunton (Imida), están los métodos singulares de cultivo que son el resultado del manejo del cultivo como la interacción de múltiples factores y más cuando por el cambio climático se están produciendo alteraciones climáticas incontroladas. “En determinadas áreas, especies y variedades, su aplicación ayudará a mantener y optimizar la productividad de algunas especies frutales”, ha destacado García.

Otra de las herramientas serían los tratamientos con productos bioestimulantes para favorecer la salida del letargo. Según el investigador David Ruiz (Cebas-CSIC), la aplicación de estos compuestos puede ser de gran utilidad en condiciones límite de acumulación de frío, como son muchas de nuestras zonas de cultivo de frutales de hueso, mejorando la floración y producción de aquellas variedades cultivadas cuya satisfacción de necesidades de frío está en una situación de riesgo. Se trataría de métodos que palian los efectos del cambio climático en los frutales en situaciones límite de falta de frío invernal.

“Los mejores resultados se obtienen con variedades cultivadas en zonas límite o frontera, pero debemos ser conscientes de que no sustituyen la acción del frío, ni rompen la latencia, solo ayudan principalmente a las yemas de flor que han alcanzado un determinado grado óptimo de satisfacción de sus necesidades en frío. Por esta razón, sólo deben utilizarse en relación al material vegetal cultivado, conociendo sus características de necesidades de frío, y en zonas o áreas límite”, ha puntualizado Jesús García.

Estos tratamientos consisten en que cuando las yemas florales han satisfecho un cierto nivel de necesidades en frío invernal, la aplicación foliar de productos bioestimulantes pueden estimular principalmente a las yemas de flor, a una homogénea e idónea mejorando la salida del letargo invernal y favoreciendo una mayor homogeneidad e intensidad posterior de floración.

Por otro lado, están los métodos de protección física modificación de las condiciones ambientales de los cultivos, especialmente mediante la utilización de mallas de sombreo.

“Cuando los frutales se cultivan bajo malla antigranizo, las mismas estructuras de soporte pueden ser utilizadas para poner mallas de sombreo en el otoño – invierno. El fin es que los árboles dispongan de mayor cantidad de frío acumulado”, han explicado los investigadores añadiendo que “está comprobado que bajo la malla antigranizo se modifican los parámetros climáticos, particularmente la temperatura, que puede ser disminuida con mayor intensidad con las mallas de sombreo”.

Lo importante es entender que todas las prácticas de cultivo interactúan entre ellas. “Ya desde el invierno y antes de la poda, debemos diseñar las prácticas culturales que durante el año aplicaremos, con el objetivo general de cultivar árboles equilibrados”, ha incidido Jesús García añadiendo que “el programa de fertirrigación, junto a la intensidad de poda y aclareo y su época, deben estar en consonancia con objetivos productivos reales e idóneos, y siempre considerando la variedad y portainjerto que se cultiva y teniendo en cuenta que los patrones vigorosos son más eficientes en el uso de agua y nutrientes”.

En el proyecto se han podido comprobar que estas prácticas culturales de forma conjunta pueden tener un impacto positivo, pero siempre atendiendo a unas especificaciones muy concretas para su aplicación, “sin lugar a dudas este proyecto es un punto de partida para el perfeccionamiento de las técnicas culturales estudiadas”, ha asegurado Jesús Gambín (ENAE).

La implantación de estas prácticas debe de atender a un buen conocimiento de las condiciones de adaptación de las variedades a las condiciones agroclimáticas. Habrá casos donde la falta de adaptación es de tal dimensión que no sea viable solución paliativa a este problema, pero en otros casos una utilización conjunta de las prácticas de una forma bien especificada y adecuada pueden tener un impacto productivo positivo.

“La viabilidad económica hace entrar en juego variables adicionales como la relación coste beneficio que implica un análisis aún más detallado, que debe de ser adoptada con cautela dentro de la estrategia empresarial de cada productor para analizar costes y potenciales beneficios”, ha afirmado Jesús Gambín.

“Lo ideal siempre es no tener que recurrir a la utilización de estas prácticas de cultivo dado que se produce una correcta adaptación. Sin embargo, estas prácticas pueden hacer viable la producción en zonas que este proyecto ha considerado como de riesgo medio para la combinación de condiciones agroclimáticas y grupos varietales”, ha matizado el responsable de ENAE.