UAGA considera que el modelo de integración vertical tiene muchos aspectos que hay que mejorar, pero reconoce que las grandes integradoras han basado su crecimiento en las virtudes que tiene la explotación familiar. Es decir, se trata de un consorcio entre explotaciones familiares e integradoras, donde los ganaderos ponen el trabajo y la inversión, y las integradoras ponen la tecnología. En muchas zonas de Aragón, donde hay pocas alternativas a los cultivos de secano, este sector está  permitiendo que se fije población, de ahí que siga creciendo y siga habiendo interés por instalar granjas de porcino. Según datos del MAPA en nuestra comunidad existen 4.340 explotaciones de porcino intensivo.

En cuanto a los problemas de este sector, UAGA cita “el gigantismo” como el más grave. Es decir, para que una granja de porcino sea rentable es necesario que haya muchas cabezas y esta realidad nos conduce a la problemática de las distancias, los olores, los purines, etc.

Los retos de la organización agraria en este sector son:

• Lograr una relación contractual justa entre la integradora y el integrado por medio de un contrato de integración vertical homologado, que deje claras cuales son las obligaciones de cada una de las partes y, sobre todo, que dé seguridad jurídica a los ganaderos para que éstos puedan pagar sus inversiones.
• Conseguir sustituir el abono mineral de síntesis química por abono orgánico, como el purín de porcino, en todas las explotaciones posibles. De momento, la normativa no lo permite.

Por otra parte, UAGA señala que esa creencia popular de que el valor añadido de los cerdos criados o engordados en Aragón se iba a Cataluña, ha dejado de ser cierta. En los últimos diez años se han abierto muchos mataderos y salas de despiece en nuestro territorio, y además, han empezado a crearse integradoras con capital aragonés.