Sostenibilidad en el riego de cultivos leñosos de alto rendimiento en intensivo y superintensivo

La intensificación de la agricultura ha estado durante muchos años reñida con la sostenibilidad y la conservación del entorno. Los sistemas intensivos y superintensivos son un ejemplo de optimización de recursos, y pueden ser tan sostenibles como los tradicionales. Además, obtienen producciones más elevadas si se realizan correctamente, lo que contribuye enormemente a cubrir la creciente demanda actual de todo tipo de alimentos.

Fecha: 24-Aug-2022

Tags: leñosos , frutales

Fuente: iagua

La continua evolución de los sistemas de cultivo agrícolas ha llevado a que, actualmente, en la gran mayoría de las plantaciones leñosas se empleen sistemas de cultivo intensivos o superintensivos. La finalidad de estos sistemas es obtener producciones elevadas y de calidad priorizando el uso sostenible de los recursos y buscando las máximas posibilidades de mecanización.

Cultivos que tradicionalmente se han establecido en nuestro clima (predominantemente mediterráneo) en secano y con marcos de plantación amplios, como el olivar y el almendro, se unen a otros cultivados habitualmente en condiciones de regadío, como los cítricos, los frutales de hueso y de pepita.

El mayor número de plantas por hectárea tiene como resultado que el riego pase a ser parte fundamental en el diseño de este tipo de plantaciones, más aún, teniendo en cuenta el contexto actual de cambio climático en el que nos encontramos, con aumento de temperaturas medias y reducción de las precipitaciones.

A pesar de que la inversión inicial es superior, de la necesidad de maquinaria específica y de requerir una mayor especialización en el manejo del cultivo, tanto para optimizar la gestión como para evitar posibles impactos medioambientales, todo esto se ve sobradamente compensado por las ventajas de este tipo de cultivos, que incluyen una precoz entrada en producción, la facilidad de mecanización que implica una menor necesidad de costes de mano de obra, la alta productividad y la mayor rentabilidad.

La finalidad de los sistemas intensivos o superintensivos es obtener producciones elevadas, priorizando el uso sostenible de los recursos

Existe una amplísima casuística en cuanto a los marcos de plantación empleados, en función de la especie, la variedad, el portainjerto, la disponibilidad de agua para riego, las características del suelo y el objetivo productivo. Podemos tomar como referencia que las calles suelen ser mayores de 3,5 m y la distancia entre plantas mayor de 1,2 m. Marcos representativos de sistemas superintensivos pueden ser 4 x 2, 4 x 1,5, 5 x 3 o 3,5 x 1,25. En el caso de cultivos intensivos, las calles de trabajo son más amplias, pudiendo ir desde los 5 a los 8 m en general, mientras la distancia entre árboles varía considerablemente desde los 3 a los 7 m, en función de las características anteriormente descritas.

Los cultivos establecidos en estos formatos tienen unas necesidades hídricas considerablemente más altas que los cultivados en modo tradicional, aunque según diversos estudios, cuando el diseño es correcto y la gestión de las explotaciones es óptima pueden alcanzarse valores de eficiencia en el uso del agua (unidades de producción por m3 de agua consumida) notablemente mayores. Como ejemplos de necesidades hídricas podemos citar el olivar (3.000 a 5.000 m3/ha), los cítricos (6.000 a 7.000 m3/ha), frutales de hueso y pepita (7.000 a 8.000 m3/ha) y el almendro (6.000 a 8.000 m3/ha).

El primer paso para obtener un máximo aprovechamiento del agua es el diseño del marco de riego, que debe tener en cuenta varios parámetros.

En primer lugar, el marco de la plantación, que determina la distancia entre ramales, y el número de emisores por planta. En sistemas intensivos existe incluso la posibilidad de instalar dos ramales de riego por cada fila de plantas, una a cada lado.

La profundidad de suelo determinará la forma del bulbo húmedo, y por tanto condicionará el caudal nominal de los emisores.

El mayor número de plantas por ha. tiene como resultado que el riego pase a ser parte fundamental en el diseño de este tipo de plantaciones

Finalmente, el caudal instantáneo disponible en la instalación, que marcará el tamaño de los sectores y el caudal unitario de cada uno de ellos.

Para el correcto diseño del marco de riego ha de tenerse en cuenta que en nuestras condiciones climáticas, las plantas van a desarrollar su sistema radicular fundamentalmente en las zonas de influencia del riego; más aun teniendo en cuenta que el material genético usado habitualmente para este tipo de plantaciones es proclive a ello (variedades poco vigorosas como arbequina o arbosana, patrones que inducen poco vigor en la variedad como los empleados para almendro superintensivo, o incluso los denominados enanizantes, generan sistemas radiculares poco extensos y en general superficiales, muy concentrados en las zonas irrigadas). Por tanto, se debe primar una mayor cantidad de emisores de menor caudal unitario, con riegos cortos y frecuentes que generen un volumen de suelo explorado mayor.

Cuando el diseño es correcto y la gestión de las explotaciones es óptima, pueden alcanzarse mayores valores de eficiencia en el uso del agua

Entre la amplia gama de tuberías de riego fabricadas por Saleplas, es posible seleccionar tanto emisores de tipo turbulento (cuando no existe pendiente en la instalación y los ramales son de poca longitud) como autocompensantes. Los caudales de los goteros integrados van desde los 1,4 hasta 3,8 l/h y la separación de los mismos puede ser a partir de 20 cm, lo cual cubre todo el abanico de posibles marcos a diseñar. Disponemos también de tuberías con goteros autocompensantes antisucción, ideales para riego por goteo subterráneo. En este caso, lo más recomendable es disponer la tubería en superficie durante dos o tres años, para posteriormente, una vez que el sistema radicular de las plantas se ha desarrollado lo suficiente, enterrarla a una cierta distancia de las hileras de plantas, buscando la mayor extensión radicular.

Plantación en superintensivo de olivar variedad arbequina en el segundo ciclo de crecimiento con sistema de bombeo solar.

Este sistema logrará un máximo aprovechamiento del agua empleada, así como también de la fertirrigación, elimina las pérdidas por evaporación y el consumo por las malas hierbas, reduciendo además la necesidad de mano de obra empleada y facilitando las labores.

Otra opción a tener en cuenta en estos sistemas es el empleo de la microaspersión en caso de disponer de grandes caudales de agua para riego. Con caudales que se mueven desde 30 a 160 l/h conseguiremos un volumen de suelo mojado mucho mayor, que optimizaría el desarrollo radicular.

Considerar el tipo de suelo del que disponemos es esencial para determinar los caudales y el tiempo de riego, tanto su profundidad como sus características texturales.

Suelos con texturas más gruesas, arenosas o franco arenosas, provocan la formación de bulbos húmedos muy alargados, por lo que, salvo que se cuente con un suelo de gran profundidad útil (sin limitaciones físicas, como horizontes endurecidos o cementados, capas freáticas altas, ausencia de oxígeno, ni químicas, como acumulaciones de sales u otros minerales tóxicos), el sistema de riego deberá diseñarse con un mayor número de goteros de bajo caudal, y con riegos cortos pero muy frecuentes, que mantengan en un nivel correcto la escasa reserva hídrica del suelo.

Por el contrario, suelos con texturas finas, arcillosos o franco arcillosos, hacen que el bulbo se ensanche horizontalmente, por lo que permiten empleo de goteros de mayor caudal y aportaciones más cuantiosas. Se debe tener en cuenta, no obstante, que en este tipo de suelos la difusión del oxígeno en profundidad se ve dificultada, por lo que, aun no existiendo impedimentos mecánicos a la penetración de las raíces, estas no profundizarán más allá del nivel al que llegue el oxígeno.

Una vez realizado el diseño agronómico del riego, conocida la sectorización y el caudal de trabajo, deberemos dimensionar el cabezal de filtrado y el sistema de bombeo. Resulta cada vez más habitual el empleo de energía solar fotovoltaica en las instalaciones de riego, frente a los tradicionales sistemas eléctricos, mediante conexión a la red o uso de grupos electrógenos.

Los equipos de filtrado de anillas fabricados por Saleplas permiten controlar las limpiezas tanto por tiempo como por diferencial de presiones

Además del caudal, necesitamos conocer la calidad del agua disponible, que dependerá fundamentalmente de su origen. Aguas subterráneas procedentes de pozos o sondeos pueden incorporar partículas sólidas, como arenas o limos. Si se trata de aguas superficiales procedentes de canales o ríos, además de partículas inorgánicas podemos encontrarnos con partículas orgánicas de diversos tipos y dimensiones.

El modo más eficiente de eliminar los sólidos inorgánicos en suspensión son los separadores de partículas o hidrociclones. Este sistema se basa en la fuerza centrífuga para conseguir la separación física de las partículas y su sedimentación en un colector, cuya descarga se puede automatizar, reduciendo así los costes de operación.


Sistema de filtrado con Separador de Partículas SF100 a modo de prefiltro y a continuación filtro de anillas.

Posteriormente a los separadores, o como sistema de filtración único, se recomienda instalar un equipo que impida la entrada a la instalación de riego de partículas con diámetro superior a 100 o 130 micras (dependiendo de la susceptibilidad a la obturación del modelo de gotero incorporado). Los equipos de filtrado de anillas fabricados por Saleplas cumplen a la perfección este cometido y permiten controlar las limpiezas tanto por tiempo como por diferencial de presiones entre la entrada y la salida de los filtros, optimizando así el consumo energético y el agua empleada.

En definitiva, nos encontramos ante un panorama de la producción de alimentos nada alentador, marcado por el incremento paulatino de la población mundial, el deterioro continuo de los entornos productivos agrarios y la certeza del cambio climático, con aumento de temperatura media global, disminución de precipitaciones e incremento de los fenómenos climáticos extremos. El empleo de estos sistemas, acompañados de sistemas de riego correctamente diseñados, es uno de los medios para lograr el objetivo de obtener alimentos de calidad que satisfagan la creciente demanda de una forma sostenible y eficiente, pero sin dejar de lado la rentabilidad para el productor.