La inseguridad alimentaria, la pobreza en las zonas vulnerables, la escasa producción de alimentos y la degradación de los recursos naturales siguen siendo males endémicos en muchas regiones del mundo. En el corto plazo, las consecuencias de la guerra entre Rusia y Ucrania y, en el largo plazo, el cambio climático, son elementos que agravan estos problemas.

En este contexto, y aunque puede parecer un socorrido lugar común, la formación del capital humano y la transmisión del conocimiento son factores que constituyen parte de la solución. Solamente con técnicos y profesionales dotados de mayores capacidades de gestión es posible hacer frente a estos desafíos. Desgraciadamente, los países menos desarrollados carecen de recursos para satisfacer estas necesidades.

Son numerosas las instituciones que intentan contribuir a generar y transmitir conocimiento y a ponerlo al servicio de objetivos concretos que cambien la vida de la gente. Entre las grandes organizaciones internacionales que orientan las políticas hasta las pequeñas entidades que desarrollan proyectos sobre el terreno, existe un amplio abanico de actores entre los que citar a los gobiernos, las universidades, los centros de investigación, desarrollo e innovación y las empresas.

La complejidad de estos retos obliga a colaborar y a buscar nuevas soluciones. Afortunadamente, las nuevas tecnologías ofrecen herramientas poderosas para trabajar en red a numerosos expertos de distintos ámbitos profesionales. Los consorcios actuales permiten sumar el talento y el trabajo de muchas personas al servicio de la búsqueda de innovaciones. En este contexto, el acuerdo en 2015 de Naciones Unidas para crear la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible ha establecido un marco que facilita la adopción de estrategias públicas y privadas. Si bien puede haber consenso en los objetivos generales de esta Agenda, sigue siendo un aspecto crítico determinar el ritmo y las medidas necesarias para alcanzar estos objetivos.

En este mundo vertiginoso, interdependiente y, en ocasiones, inquietante, es necesario contar con instituciones sólidas que se conviertan en referencia para llevar a cabo actividades de cooperación al desarrollo. El Centro Internacional de Altos Estudios Agronómicos Mediterráneos (CIHEAM) es una de ellas. Se trata de una organización intergubernamental de ámbito regional, singular y única en su género.

El CIHEAM se fundó en 1962, en plena guerra fría, por siete países bajo el auspicio de la actual OCDE y el Consejo de Europa con el fin de formar a los cuadros directivos y profesionales encargados de liderar y gestionar los procesos de crecimiento agrícola y ganadero. En los ochenta, la organización comenzó a abrirse a los países del sur y del este del Mediterráneo, aunque no todos ellos participan todavía. Con el tiempo, el objetivo inicial de la formación se fue ensanchando para dar cabida a actividades complementarias de investigación e innovación, asistencia técnica, cooperación para el desarrollo y diálogo político.

Desde sus cuatro Institutos –Zaragoza (España), Montpellier (Francia), Bari (Italia) y Chania (Grecia)– y bajo la coordinación y representación de la sede situada en París, el CIHEAM trabaja para proteger el planeta Tierra, mejorar la seguridad alimentaria y nutricional, promover un desarrollo inclusivo y prevenir riesgos y gestionar crisis.

Desde nuestro Instituto de Zaragoza, les invitamos a unirse a nosotros para compartir conocimiento y alimentar el futuro, en nuestra región y en todas las del mundo a las que podamos llegar con nuestras actividades.