Material vegetal de la vid y adaptación a nuevas condiciones climáticas y de mercado

El 96% de la superficie de viñedo de vinificación en España está amparada por algún tipo de indicación o denominación geográfica, lo que constituye una debilidad frente al cambio climático que podría limitar el cultivo de variedades tradicionales amparadas en algunas zonas vitícolas.

Fecha: 08-Feb-2022

Tags: vid , climatología

Además, la mejora de la sostenibilidad de la viticultura, requiere ajustar el consumo de agua y el uso de plaguicidas y fungicidas en el viñedo, cuestión que cada vez preocupa más a consumidores y productores, y que se ve reflejado en el desarrollo de viticulturas más respetuosas con el medio ambiente, así como regulaciones del cultivo de la vid cada vez más restrictivas en este sentido.

De la misma forma que la viticultura se encuentra ahora ante las encrucijadas del cambio climático y de la globalización de los mercados, otras encrucijadas como las enfermedades fúngicas que llegaron en el siglo XIX, o la necesidad del uso de portainjertos para evitar la plaga de la filoxera y las normativas que se promovieron en otros momentos, han ido modulando el uso de unas u otras variedades según sus características de adaptación a las necesidades del medio y a la demanda de los mercados. En este contexto, el panorama varietal que contemplamos hoy en día es resultado del efecto de todos estos condicionantes sobre una tradición vitícola que, en el caso de la Península Ibérica, abarca una tradición de más de dos milenios.

 

Martínez Zapater, José Miguel

 

Los datos que se desprenden de las últimas décadas del siglo XX y de las primeras de este siglo, muestran que siguen produciéndose cambios varietales importantes en lo relativo a la superficie dedicada a la producción de variedades de vinificación. Estos cambios podrían estar acelerándose como consecuencia de las necesidades de adaptación de la producción vitícola al cambio climático, y pueden incluir estrategias tan diversas como la recuperación de variedades antiguas, la selección de nuevos clones mejor adaptados en algunas de sus características o el desarrollo de nuevas variedades mediante mejora genética clásica, a partir de germoplasma de Vitis vinifera y de otras especies del género Vitis. Todas estas posibilidades se basan en el aprovechamiento de la variación genética que atesora la especie Vitis vinifera y sus variedades, así como otras especies silvestres del mismo género.

Actualmente, la rápida identificación de los recursos genéticos de vid, mediante marcadores moleculares, ha propiciado un aumento del interés por la recuperación de variedades antiguas, prácticamente desaparecidas de los viñedos. Esta recuperación se refleja claramente en el aumento del número de registros en el Catálogo Nacional de Variedades de Vid del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Estas variedades recuperadas pueden presentar características de producción y de calidad interesantes para afrontar el reto del cambio climático, como lo es una maduración tardía o una mayor acidez total, y pueden permitir diversificar y diferenciar la producción de los vinos de diferentes denominaciones de origen, así como de los vinos españoles en general, contribuyendo a incrementar la diversidad genética presente en los viñedos.

La variación genética somática que se acumula progresivamente en las variedades de mayor superficie de cultivo a lo largo de décadas e incluso siglos, es la que tradicionalmente ha permitido una adaptación de estas variedades a las condiciones ambientales y al manejo del viñedo en diferentes zonas. Mediante el proceso de selección masal, el viticultor ha ido seleccionando las mejores plantas con cada replantación de nuevos viñedos. A lo largo del siglo XX, y fundamentalmente por razones logísticas en sus últimas décadas, el desarrollo de la selección clonal generó clones más productivos y de mayor calidad que, por otra parte, contribuyeron en cierto modo a estandarizar la producción y redujeron la disponibilidad de variación somática. Hoy en día, la adaptación de estas variedades a las nuevas condiciones climáticas y del mercado requiere recurrir a la prospección de viñedos viejos de material no seleccionado, y a los bancos de germoplasma de accesiones o biotipos de las variedades más importantes para la selección de nuevos clones que puedan estar más adaptados a los actuales escenarios. La selección masal vuelve a estar de moda como una estrategia que permite la lenta adaptación a las nuevas condiciones, al mismo tiempo que mantiene una mayor diversidad genética que la que contiene una variedad multiplicada exclusivamente por selección clonal. Desgraciadamente, este método de adaptación puede ser más lento que los cambios en las condiciones ambientales y en los mercados, lo que reduciría su eficacia ante los actuales retos.

Recientemente, la nueva normativa de la Unión Europea abre la posibilidad de que nuevas variedades obtenidas por mejora genética puedan incorporarse al conjunto de variedades amparadas por las Denominaciones de Origen. Ante los retos de un cambio climático más intenso y más rápido de lo inicialmente previsto, y frente a la necesidad de una mayor sostenibilidad ambiental del viñedo, la posibilidad de incorporar variedades mejoradas, mejor adaptadas a las condiciones de cambio climático, con una menor necesidad de plaguicidas y fungicidas y con una tipicidad propia de las variedades de la denominación, puede permitir mantener la actividad productiva en algunas zonas vitivinícolas en el futuro. La mejora genética se aplica en viticultura desde su desarrollo en el siglo XIX, y algunas de las variedades que en la actualidad se consideran características de determinadas zonas vitícolas, proceden de cruzamientos entre distintas variedades. A lo largo del siglo XX, utilizando líneas de mejora derivadas de cruzamientos entre variedades de viníferas y accesiones de distintas especies del género Vitis, con distintos rasgos de resistencia, ha sido posible generar nuevas variedades resistentes a las enfermedades y plagas más comunes del viñedo. Cuando estas variedades derivan de variedades tradicionales de determinadas zonas y se seleccionan en las zonas vitícolas en las que se van a cultivar, presentan también rasgos de tipicidad relacionados con la zona vitivinícola, lo que puede hacerlas de utilidad en el futuro. En cualquier caso y como consecuencia de la elevada heterocigosidad de las variedades tradicionales en particular, y de la vid en general, estas variedades siempre serán distintas genéticamente de las variedades progenitoras y como tal deben recibir diferentes denominaciones. Este hecho, y el apego de productores y consumidores a las variedades tradicionales, hace que esta estrategia pueda verse como poco ortodoxa y de difícil consideración en muchas denominaciones de origen, al menos de momento. Similares aproximaciones de mejora genética de portainjertos también se están desarrollando en algunos centros de investigación, y pueden jugar un papel importante en incrementar la resiliencia a la sequía de variedades de vid o su resistencia a las plagas y patógenos del suelo.

En su conjunto, todas estas estrategias de adaptación de la vid a las nuevas condiciones climáticas y de mercado ponen el foco en el material vegetal (variedades, clones y portainjertos), y no son excluyentes, sino que están llamadas a coexistir para dar solución a los retos que tiene planteados la viticultura en función de las zonas vitícolas y de los tipos de vinos y productos enológicos que se vayan a elaborar. Los tiempos que requiere el desarrollo de nuevos clones y variedades, y su puesta en producción en la vid, hacen que sea necesario iniciar estos nuevos caminos de renovación del material vegetal lo antes posible.