Estrategia para la Biodiversidad 2030: Sostenibilidad agraria

Entre los objetivos de la Estrategia europea para la Biodiversidad 2030 se encuentra “trabajar con los agricultores para apoyar e incentivar la transición a unas prácticas totalmente sostenibles”. Para alcanzar esa meta este borrador apuesta fuertemente por la agricultura ecológica, olvidando otros modelos agrarios sostenibles. A estos retos no se les puede hacer frente con un único modelo de producción o con una única herramienta. Europa necesita apostar por todas las tecnologías y modelos sostenibles que ayuden a conservar los ecosistemas asegurando alimentos para todos.

Fecha: 29-Mar-2021

La innovación es esencial para abordar la sostenibilidad de los sistemas agrícolas. No existen soluciones mágicas para abordar estos desafíos. Entre las herramientas clave para hacer frente a estos retos está la mejora genética, que no sólo permite un modelo agrario más sostenible, sino que además permite incrementar la producción sin tener que incrementar la superficie de cultivo, evitando así la destrucción de biodiversidad y haciendo frente al reto de la seguridad alimentaria.

CLAVES DE LA ESTRATEGIA PARA LA BIODIVERSIDAD 2030

En este especial vamos a recopilar los datos que evidencian que la biotecnología agraria es un modelo sostenible que lleva años permitiendo optimizar recursos y reducir el impacto ambiental de la producción alimentaria.  

REDUCCIÓN DE EMISIONES DE C02 Y AHORRO DE AGUA

Los cultivos biotecnológicos han logrado reducir significativamente las emisiones de gases de efecto invernadero al permitir a los agricultores minimizar el laboreo, reduciendo el consumo de combustibles fósiles y permitiendo que el suelo retenga más carbono. Veamos un ejemplo. Si en 2018 no se hubieran cultivado variedades biotecnológicas se habrían emitido a la atmósfera 23.000 millones de Kg adicionales de dióxido de carbono, lo que equivale a agregar a la circulación mundial 15.3 millones de coches a las carreteras [1].

Miremos ahora a la realidad europea. Un reciente estudio ha concluido que el freno a los cultivos biotecnológicos en Europa ha provocado en una emisión extra de 33 millones de toneladas de CO2 al año [2].  Esto equivale al 7,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de todo el sector agrícola europeo, aproximadamente lo que podrían emitir cada año entre 10 y 20 centrales eléctricas de carbón.

Y ahora miremos a España. Entre 1998 y 2018, el cultivo del maíz Bt ha evitado la liberación de 1,58 millones de kg de dióxido de carbono, el equivalente a retirar 980 automóviles de la circulación durante un año [3]. Este ahorro se deriva de la reducción del uso de 593.000 litros de combustible. La reducción del uso de principios activos también ha logrado un ahorro en el uso de agua. Durante este periodo, 705.000 hectáreas han dejado de ser tratadas con insecticidas con un ahorro derivado de uso de agua de entre 141.000 y 705.000 m3.

CONSERVACIÓN DEL SUELO EN LA ESTRATEGIA PARA LA BIODIVERSIDAD

Pero hay más. La mejora vegetal ha permitido a los agricultores europeos ahorrar 54.000 millones de metros cúbicos de agua entre 2000 y 2014, lo que equivale a 22 millones de piscinas olímpicas [4]El desarrollo de variedades vegetales mejoradas ayuda a que los cultivos sean más resistentes y eficientes en recursos, lo que permite un uso óptimo del agua. Por eso es tan importante que la Unión Europea apuesta por todos los modelos agrarios disponibles que permitan una actividad agraria más sostenible y respetuosa con la biodiversidad.

OPTIMIZACIÓN DEL USO DE FITOSANITARIOS

Los productos fitosanitarios son las medicinas de las plantas. Los agricultores los necesitan para asegurar la producción de sus cultivos. Entre el 20 y el 40 % de la producción agrícola potencial del mundo ya se pierde anualmente debido a los efectos de las malezas, plagas y enfermedades [5]. Una necesidad común de todos los modelos agrarios, incluida la agricultura ecológica, que también utiliza sustancias y principios activos fitosanitarios.

Su uso es necesario, pero optimizar su uso, igual que el de cualquier recurso, permite un modelo más sostenible. Entre 1996 y 2018, el cultivo de semillas biotecnológicas redujeron la aplicación de productos fitosanitarios en 776 millones de kg, una reducción global del 8,6% [6]. Esto equivale a más de 1,6 veces el uso anual total de productos fitosanitarios de toda China. Como resultado se redujo el impacto ambiental asociado con sus prácticas de protección de cultivos en un 19%.

SEGURIDAD ALIMENTARIA EN LA ESTRATEGIA PARA LA BIODIVERSIDAD

En España, el cultivo de maíz Bt entre 1998 y 2018 ha permitido optimizar el uso de insecticidas reduciendo su uso en 678.000 kg, aplicándose un 37% menos de ingredientes activos de los que se habrían usado en un cultivo convencional [7]. Esto ha conseguido reducir un 21% el impacto ambiental asociado con el uso de insecticidas en el cultivo del maíz.

La Estrategia para la Biodiversidad está centrada en reducir el impacto humano sobre la biodiversidad, y en el caso de los productos fitosanitarios debería ser igual. Establecer medidas e invertir en investigación para conseguir reducir el impacto de estos productos esenciales para la actividad agraria, una tarea en la que el sector lleva muchos años trabajando, buscando siempre productos más sostenibles y respetuosos con el medioambiente. Prohibir su uso estaría oprimiendo a un sector esencial que además tiene que competir en un mercado globalizado.