El yodo, elemento esencial en la infancia / Jesús Fleta

Fecha: 26-Feb-2021

Jesús Fleta
Departamento de Fisiatría y Enfermería
 Facultad de Ciencias de la Salud - Universidad de Zaragoza
Instituto Agroalimentario de Aragón (IA2)
jfleta@unizar.es

El yodo o iodo (I), es uno de los oligoelementos de reconocida importancia para la OMS, quizá el segundo tras el hierro, aunque su contenido corporal es sólo del 0,00004%. Fue descubierto por Courtois en 1811 y en 1813 Davy le dio el nombre de yodo que significa en griego “color violeta”. Casi siempre se encuentra combinado con otros elementos metálicos, sobre todo en forma de yoduros, y pertenece al grupo VII de la tabla periódica de los elementos, los denominados halogenados. Es soluble en agua y en alcohol, a temperatura ambiente se evapora y es irritante para las mucosas.

Su importancia fue reconocida desde hace más de un siglo, al comprobar que es el constituyente fundamental de las hormonas tiroideas, sintetizadas en la glándula tiroides, situada en el cuello. En la actualidad todavía persisten en el mundo zonas con población deficitaria de yodo y en algunos países constituye un problema de salud pública de primer orden.

Las fuentes del yodo son los alimentos, en donde se encuentra en forma de yoduros. Los productos de origen marino lo contienen en gran cantidad, especialmente el pescado (arenque y bacalao), marisco y algas; éstas pueden tener hasta 800 mcg/kg. Dentro de los vegetales destaca el contenido de yodo de las verduras y hortalizas, en especial el ajo, la acelga y las judías tiernas; entre las legumbres, la soja; entre las frutas, la piña y las moras y entre los cereales, la harina de maíz. Naturalmente, el contenido de este mineral, en estos productos, depende del contenido de yodo de la tierra donde crecen, de los alimentos que consumen y del agua que beben.

El agua de bebida lo contiene en escasa cantidad y el hervido de los alimentos puede hacer perder hasta el 60% del contenido de yodo; el asado y los fritos solo disminuyen el contenido en un 20%. La glándula mamaria tiene cierta avidez por el yodo, por ello tiene especial relevancia en la nutrición del niño pequeño. La leche humana contiene de 40 a 80 mcg/l en dependencia del tipo de alimentación que ha llevado a cabo la madre. El calostro tiene concentraciones más importantes, que varían entre 80 y 240 mcg/l. En general, la leche humana cubre todas las necesidades del lactante. Tabla I.

Tablas y Figura: El yodo, elemento esencial en la infancia

 

Tabla I. Contenido de yodo de algunos alimentos comunes. Disponible en: alimentoshttps://www.pinterest.es/pin/177821885272572278/

Conviene señalar que una dieta variada y suficiente cubre las necesidades de yodo, siempre que ésta contenga pescado o productos marinos varias veces a la semana. El déficit se soluciona fácilmente con la administración de sales de yodo o aditivos en forma de yoduros.

Este oligoelemento se absorbe en el intestino delgado y es aclarado por los riñones y la glándula tiroidea. Los niveles normales en plasma son de alrededor de 0,2 mcg/l y las tasas menores de 0,1 mcg/l se consideran deficitarias. Su deficiencia puede producir hipotiroidismo y bocio, que es hipertrofia del tejido tiroideo, debido a la estimulación retroactiva de la tirotropina (TSH). El yodo es imprescindible para la síntesis de hormonas tiroideas T3 y T4, importantes para el metabolismo energético y el crecimiento y desarrollo, especialmente en la infancia: su función garantiza un desarrollo cerebral normal en el feto y durante el primer año de vida. Figura 1.

Figura 1. Bocio congénito en un recién nacido. Tomado de Sanz M. et al. Disponible en: https://www.pediatriaintegral.es/publicacion-2015-09/patologia-tiroidea-en-el-nino-y-en-el-adolescente/

Durante el periodo gestacional y de recién nacido, un estado deficitario se manifiesta en forma de abortos, anomalías congénitas e incremento de la mortalidad neonatal. Otra de las manifestaciones es el cretinismo endémico, que cursa con sordera, espasticidad y deficiencia mental irreversible. El tiroides del recién nacido es especialmente sensible, por ello se realiza un rastreo neonatal para detectar hipotiroidismo congénito.

Las recomendaciones para la ingesta de este oligoelemento varían según la edad. En nuestro país las fórmulas lácteas contienen entre 33 y 180 mcg/l y la leche madura de mujer contiene 60 mcg/l de yodo aproximadamente. En la Tabla II se expone la ingesta dietética adecuada de yodo en función de la edad.

Tabla II. Ingesta dietética recomendada de yodo

La prevención de los trastornos causados por la deficiencia de yodo pasa, según diversos autores, por el consumo de sal yodada, en zonas donde el bocio es endémico, ya sea por una ingesta deficitaria o por una reducción de la absorción, debida a la presencia de sustancias bociógenas existentes en verduras, especialmente de la familia de las crucíferas.

Una ingesta excesiva de yodo puede ser tóxica; se considera esta posibilidad cuando la ingesta de suplementos de yodo sobrepasa en 10 veces lo recomendado. Las dosis tóxicas pueden ser, por lo tanto, de 1 mg/día en niños y de 2 mg/día en adultos. También es preciso señalar que existe diferente susceptibilidad individual y abundantes  preparados que llevan en su composición yodo, por lo que su ingesta puede provocar niveles excesivos de este elemento y producir alteraciones tiroideas; entre estos preparados deben citarse algunos complejos vitamínicos y algunos medicamentos expectorantes. También hay que tener en cuenta que el organismo tiene mecanismos de autorregulación, que si fallan, puede aparecer tirotoxicosis y bocio, denominado multinodular.