Esto nos lleva al concepto de "percepción". Incluso cuando el agua de la misma fuente se utiliza para el mismo fin y en las mismas circunstancias, su valor puede percibirse de forma diferente de un usuario a otro. Las diferencias personales y socioculturales, con variables como el sexo, la edad, la raza, la clase social, el estatus o incluso las creencias, desempeñan un papel determinante.
En el mundo hay suficiente agua para todos siempre y cuando la utilicemos y gestionemos de una forma eficiente. Pero no lo hacemos
¿Cómo debemos entonces valorar el agua? La realidad es que existen pocos enfoques estandarizados para valorar el agua hoy en día. Además, estos enfoques no siempre reconocen las perspectivas de los diferentes sistemas de creencias, culturas, géneros y disciplinas científicas. Solo incorporando estos puntos de vista podremos tomar mejores decisiones sobre cómo protegerla, compartirla y utilizarla, y dar un paso hacia la consecución del Objetivo de Desarrollo Sostenible 6, de acceso al agua potable y saneamiento para todos.
Valor vs. precio
En el caso del agua no existe una relación clara entre su precio y su valor. En los casos en los que el agua tiene un precio, es decir, se cobra a los consumidores por utilizarla, el precio suele reflejar los intentos de recuperación de costes y no el valor entregado. Así, en la mayoría de los países el agua tiene un valor infinito, sin embargo, no se paga por ella lo que se debería. Solo los países que no tienen acceso al recurso están dispuestos a pagar lo que vale.
A pesar de las grandes sumas de dinero invertidas en infraestructuras hidráulicas, la valoración de los costes y los beneficios no está bien desarrollada, ni estandarizada, ni se aplica. Los beneficios sociales que se obtienen a menudo no se cuantifican, los costes (sobre todo los externos) no se contabilizan adecuadamente, las opciones a menudo no se valoran ni se comparan de forma apropiada, y los datos hidrológicos suelen ser deficientes y no se actualizan.