El Arca de Noé de las semillas españolas en peligro de extinción

Un edificio anodino a simple vista en una finca de Alcalá de Henares acoge una logística vital y singular para conservar semillas en riesgo

Fecha: 13-Apr-2021

Fuente: el mercantil

xiste un edificio rodeado de cultivos que pasa desapercibido en la frontera de la Comunidad de Madrid con Castilla-La Mancha. Es el Centro de Recursos Fitogenéticos (CRF), que funciona como la caja de seguridad que garantiza la vida en el planeta: este banco de semillas de Alcalá de Henares guarda una copia de todas las semillas en peligro de extinción en España. Actualmente, custodian hasta 50.000 variedades que ya no están en el campo, como si de un Arca de Noé se tratara.

El interés por recuperar el origen de la vida data de la década de 1970. “Las especies utilizadas en la agricultura se estaban perdiendo en muy poco tiempo porque las variedades locales se sustituían por variedades comerciales”, explica la jefa de Desarrollo del CRF, Lucía de la Rosa. El único remedio era su guardado fuera del hábitat natural. El centro llegó en 1993 con la misión de custodiar el inventario nacional recibiendo duplicados de muestras de todos los bancos de semillas españoles.

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Han desaparecido tres de cada cuatro especies existentes en los primeros estudios genéticos de los 70

Tanto De la Rosa como su compañera Isaura Martín, jefa de Conservación Genética, dan cifras escalofriantes: “Todas las variedades tradicionales están en peligro y muchas se han perdido ya. Ahora mismo, han desaparecido el 75% de las especies que había cuando se iniciaron los primeros estudios en los 70”, lamenta Martín. Como ejemplo, citan el cáñamo: no se llegó a tiempo para protegerlo y solo tienen dos muestras.

La conservación de las muestras sigue un estricto protocolo logístico cuya utilidad, según ambas científicas, no siempre se ha entendido. "Mucha gente se preguntaba por el motivo de conservar una semilla que no se cultiva. Si no se le daba salida, sería por algo", comenta De la Rosa, mientras recorre los intrincados pasillos del Centro de Recursos Fitogenéticos. El primer paso es hablar con los agricultores para pedirles una muestra de lo que cultivan. "A veces nos lo dan todo porque sus hijos ya no lo quieren".

UNA COPIA DE SEGURIDAD EN CÁMARAS ACORAZADAS MUY FRÍAS
El almacén de todas las copias de seguridad se divide en dos cámaras acorazadas de unos 14 metros cuadrados. Una de ellas, a -4ºC, es la destinada a la conservación activa, es decir, a la preparación de las semillas para el intercambio y la investigación. Docenas de estanterías, cada una con cientos de cajas que a su vez guardan en su interior los tarros de cristal sellados. "Cada bote tiene su sitio y cada sitio está registrado en una base de datos. Los compañeros que entran aquí casi no tienen ni que mirarlo", explica Martín con uno de esos tarros en la mano. En su interior, junto a las semillas, figura una tarjeta indicadora de humedad que marca, con gel de sílice, la sequedad de su contenido.

EL BANCO DE SEMILLAS EN GUÍA FOTOGRÁFICA

Su gemela es la cámara de seguridad propiamente dicha, se mantiene a -18ºC y conserva las latas de aluminio y varias probetas con un curioso sistema para mantener en condiciones invariables las semillas más pequeñas: una capa de semillas deshidratadas seguida de una capa de algodón, gel de sílice y sello a la llama rematado con laca de uñas para garantizar el secado. En la antesala de las dos cámaras, se dispone de otras dos estanterías que custodian el material que sobra de los ensayos. "Aquí no se tira nada. Esto lo tenemos por si alguna vez algún colegio nos pide alguna muestra para plantar algún huerto".

LA ASIGNATURA PENDIENTE: LA ACTUALIZACIÓN LOGÍSTICA
Solo asomarse da una idea del volumen de genética natural que albergan las cámaras: unos 30.000 o 40.000 recipientes. "Esto se nos queda pequeño porque esperamos especies que otros bancos aún no han mandado", reconoce De la Rosa. Tanto ella como su compañera aseguran que el edificio tiene achaques por el paso del tiempo y que la logística debería estar más avanzada y los procesos, más mecanizados. "Llevamos años queriendo abrir una tercera cámara. Queremos cambiar las estanterías, que llevan ahí desde los 90, por otras móviles, pero no sabemos si las grasas que permiten el movimiento rotacional soportarán las temperaturas. Y queremos instalar bandejas extraíbles para no tirar nada cuando te subes a una escalera y coges varios botes a la vez con el abrigo puesto", enumeran.

Ambas aseguran que el sistema actual no es del todo operativo por el factor Covid, que ha aumentado la cantidad de trabajo y reducido la de manos implicadas en él. "Como centro público, cada gasto debe estar justificado y los procesos de actualización a veces se hacen muy pesados". Sí reconocen, con más alegría, que han conseguido poner en marcha un sistema de códigos QR para etiquetar las variedades de forma más rápida.

LA PANDEMIA RECUERDA QUE LOS RECURSOS NATURALES TIENEN FIN
No han notado mayor demanda de conservación de especies desde la llegada del Covid-19, pero las científicas sí han detectado más interés en volver a cultivar variedades locales. Y cuanta más diversidad haya, mejor. Esa es, según De la Rosa y Martín, la única forma de garantizar la supervivencia de alguna especie frente a un factor cambiante. También ligan este interés con el cambio climático, que ha motivado un aumento de peticiones de semillas desde fuera de España. "Hay que buscar una agricultura resiliente. En el ámbito internacional, se advierte de que podríamos tener otra pandemia relacionada con el hambre en el momento en que las variedades no produzcan, porque las condiciones ambientales están cambiando", aclaran ambas.

Cada cierto tiempo, los envases de semillas se abren para escoger una muestra y comprobar que todo va bien. Algunas especies siguen en buen estado tras 40 años guardadas y eso ha permitido alargar los plazos de análisis. Aún así, Martín asegura que se han juntado con más de 5.000 ensayos de germinación al año, entre otras cosas, por la permanente necesidad de cultivar, transportar y enviar semillas. "Lo primero que hacemos cuando recibimos una muestra es multiplicarla para el posible intercambio de material", afirma. Esos intercambios van normalmente en sobres pequeños acolchados o por paquetería de Correos.

Las multiplicaciones de semillas se realizan en el campo, que ocupa la mayor parte de una finca de 108 hectáreas. Ahora tienen plantaciones de trigos, guisantes, habas, almortas y leguminosas. Llama la atención las bocas de riego cerca de cultivos que no necesitan excesiva agua para germinar. "Aquí es donde se nota el cambio climático", insisten las científicas. "Incluso con la nevada por Filomena las leguminosas salieron bien". La norma es llevar material al campo si hay que duplicar semillas, porque las muestras escasean; o si hay que tomar datos de los cultivos de regeneración. "Se han perdido muchas cosas, pero afortunadamente hemos llegado a tiempo para otras", concluye De la Rosa. De lo contrario, haría falta toda una vida para recuperarlas.