Desigualdades a las que se enfrentan las mujeres rurales

Escasa presencia en cargos de responsabilidad del medio rural, restricción a ciertos trabajos normalmente relacionados con los cuidados, trabajos invisibles, menor acceso a las explotaciones agrarias, sobrecarga de cuidados, peor acceso a las Tecnologías de la información y la comunicación (TICs)…

Fecha: 09-Mar-2020

Son algunas de las dificultades específicas que sufren las mujeres rurales en el entorno laboral de los pueblos y que en el Día Internacional de las Mujeres, hoy domingo 8 de marzo, La Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (FADEMUR) ha querido trasladar a la opinión pública “para que todo el mundo entienda por qué las mujeres rurales sufren una doble discriminación: una por mujeres, otra por rurales”.

Desigualdades que sufren las mujeres rurales

Segregación vertical. Los techos de cristal son más bajos en los pueblos. La presencia de mujeres en cargos de responsabilidad del medio rural es injustamente escasa. En las cooperativas, por ejemplo, las mujeres representan cerca del 25 % de la base social, pero solo el 3,5 % de los integrantes de los consejos rectores.

Segregación horizontal. Las mujeres de los pueblos están muy restringidas a ciertos trabajos, normalmente relacionados con los cuidados. Incluso en sectores a los que frecuentemente se dedican, como el agroalimentario, existe gran discriminación a la hora de ofrecerles puestos de trabajo. En este sentido, la mano de obra femenina suele dedicarse al manipulado y no tanto al trabajo por cuenta ajena en las explotaciones. De hecho, el mercado laboral al que pueden acceder es tan escueto que se han convertido en uno de los grupos sociales más afectados por el desempleo, con una tasa cercana al 42 %.

Trabajo invisible. El trabajo de las mujeres en el sector primario todavía es, en muchas ocasiones, invisible. A pesar de que existe una Ley de Titularidad Compartida desde hace nueve años, los Gobiernos no la han impulsado en todo este tiempo y, por eso, se ha aplicado de forma muy irregular (en a la Comunidad de Madrid y en Islas Baleares, el registro todavía no se ha estrenado) y en todos los casos insuficientemente, en total hay 669 explotaciones registradas.

Menor acceso al negocio agrario. Las mujeres tienen menos explotaciones agrarias que los hombres y, además, las suyas son de menor tamaño, por lo que acceden a menos ayudas. En España, las mujeres representan el 37,3% de las personas perceptoras de las ayudas directas de la PAC, es decir, 279.815 mujeres frente a 470.397 hombres reciben esta ayuda. En cuanto a la cuantía, las mujeres también salen mal paradas: de media, las productoras perciben un 36,67% menos que los productores (3.483€ las mujeres frente a 5.500€ los hombres). Por último, Lo mismo ocurre con las ayudas para los programas de desarrollo rural: el diferencial económico entre géneros llega a un 23,66% de las ayudas, viéndose perjudicadas las mujeres.

Sobrecarga de cuidados. Las mujeres rurales viven en primera persona la carga y la falta de reconocimiento del trabajo doméstico no remunerado. La “ayuda” y el “cuidado” se consideran nuestra obligación en muchos casos y son cargas más elevadas para las mujeres en los pueblos que en las ciudades debido a los escasos servicios con los que cuenta la población dependiente.

Peor acceso a las TIC. La brecha digital entre el mundo rural y el urbano perjudica las posibilidades de autoempleo y emprendimiento de las mujeres que viven en los pueblos. El 60% de los municipios rurales no tienen conexión por banda ancha o esta es muy defectuosa o cara, lo que se denomina estar en una “zona de sombra”, donde el teletrabajo se convierte en una utopía y las posibilidades de éxito a la hora de emprender son muy reducidas.