¿Vamos hacia una agricultura sin agricultores?

Este número 300 de TIERRAS sale a la calle en un momento decisivo, en el que la Agricultura como sistema de producción de alimentos atraviesa una de las mayores encrucijadas de su historia. Por eso, hemos invitado a colaborar en él a técnicos, empresas e investigadores de primera línea, para que con sus reflexiones nos ayuden a entenderlo y a prepararnos para asumir sus consecuencias.

Fecha: 01-Oct-2021

Fuente: Interempresas

En la próxima década nos esperan cambios que aún no somos capaces de vislumbrar en toda su extensión, pero tenemos pistas suficientes como para saber que estamos inmersos en una renovación total del modelo, que en 10 años van a cambiar aspectos fundamentales que habían permanecido casi inalterables durante los 10.000 años anteriores, desde que se inició el cultivo de los vegetales y apareció lo que hoy conocemos como Agricultura. 

La metamorfosis ya ha empezado e irá acelerándose muy rápidamente, dando paso a nuevos sistemas de trabajo en los que primará la tecnología y en los que el papel del agricultor será cada día más secundario. No falta incluso quien augura que vamos hacia una Agricultura sin agricultores, gestionada por equipos multidisciplinares, en la que todo será más predecible y controlable.

La edición epigenética nos traerá pronto ‘supercultivos’ con necesidades de agua o de fertilizantes reducidas y con una resistencia a la meteorología y a los riesgos fitosanitarios reforzada… Además, la monitorización del suelo, de las plantas y de las labores va a generar flujos crecientes de información en cada parcela, que gestionados por algoritmos de inteligencia artificial harán innecesaria la participación del hombre en la planificación o en la toma de la mayoría de las decisiones... Y el desarrollo de equipos autónomos y/o robotizados, que trabajen en el campo con precisión, coordinados entre sí, en jornadas de 24 horas durante los 365 días, sin limitaciones climatológicas y sin condicionantes laborales o personales, irán desplazando también las necesidades de mano de obra poco cualificada.

Se está abriendo un nuevo escenario en el que la industria agroalimentaria, la distribución y el propio consumidor van a tener un peso creciente. Ellos van a ser los que dicten las órdenes de producción, y a su alrededor se va a ir organizando una estructura que las ejecutará de la manera más eficiente.

El agricultor que hemos conocido hasta ahora es probable que vaya quedando poco a poco relegado a un espacio secundario, similar al que tiene la producción artesanal en otras actividades manufactureras, que encontrará su sentido en satisfacer la demanda de nichos de mercado selectos y con alto valor añadido.

En realidad, es un panorama parecido al que se presenta para otros sectores productivos, pero su influencia sobre el trabajo agrícola se va a notar mucho más a partir de ahora. En el campo los efectos de la tecnología han sido menores durante las últimas décadas, porque el escenario era más complejo y no acababan de aportarse soluciones válidas. En una nave las situaciones se prevén y organizan mejor, en una parcela son muchas las variables que se escapaban hasta ahora a cualquier control. La evolución de la digitalización, de los sensores y los automatismos, o de la inteligencia artificial, están haciendo sin embargo que esos factores diferenciales se noten cada día menos, y que el control de las circunstancias del trabajo en una parcela empiece a ser tan ‘sencillo’ como en una oficina o en una fábrica. Con esto se han sentado las bases para ese gran cambio.