¿Qué es el bienestar animal (BA) y porqué es importante?

Bienestar animal, producción responsable En esta nueva publicación de la Escuela de Familias en Agroalimentación, vamos a tratar la importancia de la producción ganadera comprometida con el bienestar de los animales. Desde la Alianza Agroalimentaria Aragonesa (AAA) y el Instituto Agroalimentario de Aragón (IA2), te recomendamos el siguiente artículo:

Fecha: 31-Mar-2021

De manera recurrente, el bienestar animal es el término que se utiliza para expresar una serie preocupaciones éticas sobre la calidad de vida que experimentan los animales bajo control humano, en particular aquellos que son criados con fines agroalimentarios. Paralelamente, las ciencias biológicas han desarrollado una definición sobre el bienestar basada en la capacidad de un animal para adaptarse a su entorno. Esta adaptación está influida por dos elementos importantes: la capacidad de cada individuo para enfrentar el estrés y las condiciones de manejo, alojamiento y cuidado que los humanos dan a los animales.

Por lo tanto, el bienestar de los animales de granja depende del equilibrio entre estos dos elementos, además de ser influenciado, positiva o negativamente por el entorno legal, sanitario, económico y ético. Debemos tomar en cuenta que los ambientes productivos fluctúan desde una granja con estabulación completa (los animales no tienen contacto con el exterior) hasta las granjas donde el pastoreo ocupa la mayor parte del día, pasando por los sistemas de trashumancia. Cada uno de estos ambientes productivos tiene sus propios límites y alcances en el bienestar de los animales, y no siempre uno es mejor que otro, la diferencia está marcada por la calidad con la que se implementa la cría en cada uno de estos ambientes. En este contexto, el bienestar de los animales ya no es solo un fenómeno biológico, sino que también es un elemento de sostenibilidad productiva, responsabilidad social y el inicio de una nueva relación entre la sociedad y los animales.

 
 

¿Cómo se evalúa el BA?

 

Al ser un fenómeno dinámico y adaptativo, multidimensional y con influencia multifactorial, se requiere un enfoque multi-criterio para evaluarlo. Este deberá basarse en indicadores directos o indirectos tanto fisiológicos como conductuales, productivos, de salud e incluso en la calidad del producto. El nivel de bienestar animal puede ser estimado dentro de una escala de bueno a malo, con múltiples estados intermedios, que dependen del éxito del animal para adaptarse o enfrentar su entorno.  En este punto el lector se preguntará (y con justa razón), ¿Cómo se puede saber si lo que la granja hace es correcto?, o ¿Cómo se consigue mejorar la capacidad los animales para adaptarse exitosamente al entorno productivo? Bueno, pues existen tres enfoques de evaluación que se complementan entre sí y que nos dan una buena perspectiva del bienestar de los animales: Medidas basadas en los animales; en el ambiente productivo y en la gestión de la granja.

Por lo tanto, en los animales medimos la salud (condición corporal, ausencia o presencia de enfermedades, lesiones y manejos que producen dolor y sufrimiento), el comportamiento (ausencia o presencia y grado de expresión de sus emociones y comportamientos individuales y grupales, además de su interacción con sus cuidadores), y el confort (expresado en la facilidad de movimiento, de descanso y el ambiente térmico). En el ambiente productivo, se valoran todos los elementos físicos que ayudan a los animales a adaptarse, como una alimentación adecuada (instalaciones e implementos especializados, alimento y agua en cantidad, fácil disposición y calidad), alojamientos especializados (que protejan a los animales de las inclemencias del sol, la lluvia, el viento y el frío, además de que sean en diseño, condiciones y tamaño confortables, seguros y disponibles para un número determinado de animales), y equipo de soporte (dispensario veterinario, equipo para contención y manejo, controladores climáticos).

Finalmente, en la gestión se evalúa el cumplimiento del ambiente normativo (disposiciones legales y estándares privados), las estrategias productivas (densidades, practicas rutinarias), controles (registros de mortalidad, morbilidad y crecimiento) y protocolos de actuación (rutinarios y de emergencia).

 
 

¿Qué se está haciendo a favor del BA en la producción animal?

En los últimos 40 años, la Unión Europea ha generado los estándares más altos de bienestar animal a nivel mundial. En 1998 entró en vigor la directiva que establece criterios generales para la protección de los animales en explotaciones ganaderas, la cual está basada en la Convención Europea para la Protección de Animales en explotaciones ganaderas firmada en 1978. En el 2004, se aprobaron las directivas europeas que regulan las condiciones y protección de los animales durante el transporte. Estos esfuerzos normativos, no solo han mejorado las prácticas de manejo, transporte y cría de los animales de granja, sino que también han estimulado la innovación en el desarrollo de instalaciones, camiones e implementos ganaderos que se adecúan a los lineamientos de dichas normativas. El impacto de estas políticas comunitarias también suele influenciar positivamente a legislaciones de terceros países con los que mantenemos lazos comerciales. Además, gracias a una extensa red de universidades y centros de investigación, la UE es región geográfica del mundo con mayor investigación y aportaciones científicas en el área. Prueba de ello, es el efecto de la prohibición de las jaulas convencionales en la producción de huevo en el año 2012. Esta prohibición promovió el desarrollo de sistemas de alojamiento que dan más espacio a las aves y les permiten desplegar comportamientos importantes para la especie como perchar y explorar, así como el desarrollo de sistemas de piso y pastoreo a nivel industrial.

Aunque es cierto que existen aún limitaciones de estos sistemas, la investigación y el desarrollo de nuevas regulaciones son una constante en la UE para mejorar las condiciones en que viven y se crían estos animales. En este contexto también han surgido protocolos y programas de participación voluntaria soportados por certificaciones públicas y privadas. Estas certificaciones suelen ser avaladas por la AENOR, las asociaciones de protección animal nacionales o extranjeras, asociaciones interprofesionales como la del porcino ibérico (ASICI), de conejo (INTERCUN), de ovino y caprino (INTEROVIC), de porcino de capa blanca (INTERPORC), de pollo (PROPOLLO) y de vacuno (PROVACUNO).

En cuanto a la investigación, los esfuerzos actuales se están  dirigiendo a explorar el impacto del estrés en la cognición y emociones de los animales, la detección temprana del dolor y sufrimiento, el desarrollo de alojamientos amigables con el bienestar, la incorporación de las nuevas tecnologías para evaluar el bienestar, el desarrollo de nuevos indicadores de bienestar animal y de protocolos de evaluación que puedan ser aplicados a cualquier sistema de producción, incluyendo los de pastoreo y trashumancia.

Por ejemplo, en nuestro laboratorio de bienestar animal en la Universidad de Zaragoza estamos estudiando los indicadores iceberg. Un indicador iceberg es aquel que tiene el potencial de dar más información de la que obviamente representa, y puede usarse de manera confiable para entender cómo los animales se adaptan al ambiente productivo. Por ejemplo, nosotros hemos propuesto el uso de la veterinaria forense para el análisis de las patas postmortem. Hasta el momento, hemos encontrado que el grado de integridad (presencia y ausencia de lesiones) y la conformación (forma y estado) de las patas puede brindar información sobre las condiciones en que los animales fueron criados (genética, limpieza y la existencia de prácticas de medicina preventiva), alimentados (algunas enfermedades metabólicas pueden provocar deformidad de las pezuñas), manejados antes del sacrificio (hematomas y lesiones producto de resbalones y caídas) y si padecieron dolor intenso a causa de las lesiones en patas. Además, estamos encontrado asociaciones entre la carne oscura y la presencia de ciertos trastornos específicos de las patas en animales provenientes de algunos sistemas productivos.

 
 

Los consumidores y el BA

 
 
 

El bienestar de los animales de granja se ha posicionado en el mundo dentro de las principales inquietudes de los ciudadanos respecto a la producción de alimentos.  Desde la década de los 60’s, las preocupaciones sobre la seguridad alimentaria y los escándalos de abuso animal han potenciado una nueva forma de percibir a los animales, reforzada a su vez con las evidencias recientes sobre los estados emocionales que éstos pueden experimentar. Este fenómeno ha sido ampliamente aceptado como producto del progreso económico y de una moral más incluyente en economías desarrolladas.

No obstante, también hay evidencias de una preocupación en consumidores de economías en vía de desarrollo, especialmente en los segmentos poblacionales más educados. Esto ha conducido a la incorporación de nuevas consideraciones éticas, que progresivamente se han traducido en regulaciones y certificaciones, impulsadas por una figura antes pasiva: el consumidor. Para este consumidor actual, la calidad de un producto suele ir más allá de la inocuidad, calidad organoléptica o nutricional. Es más reflexivo para consumir y exige una mayor información sobre cómo se crían, transportan y sacrifican los animales de los que se alimenta.

 

En años recientes, las cadenas agroalimentarias han redirigido sus esfuerzos a mejorar sus procesos adoptando o creando protocolos propios superiores a las normativas vigentes. Estos esfuerzos pueden incluir dar más espacio y mejores alojamientos a los animales en cuanto a la calidad, diseño y comodidad, además de entrenar al personal en bienestar animal, la gestión de los procesos y la reducción o eliminación de procedimientos dolorosos, entre otros. Muchos de estos esfuerzos son comunicados en certificaciones y campañas de mercadotecnia. Con lo anterior, los consumidores estamos viendo progresivamente en las estanterías de las pequeñas y grandes superficies la aparición de productos y derivados de origen animal con etiquetados que comunican estos esfuerzos. Sin embargo, ¿Cómo podemos saber si un producto cumple con bienestar animal? En general, la carne, leche y huevos que consumimos provienen de animales que fueron criados bajo las normativas de bienestar animal comunitarias, que se encuentran entre las más avanzadas del mundo. Sin embargo, hay esfuerzos adicionales de aplicación voluntaria que hacen las cooperativas y ganaderos que se conocen como certificaciones y que están presentes en el etiquetado. Estas certificaciones pueden avalar altos estándares de bienestar durante la cría, manejo, transporte y el sacrificio. Sin embargo, tenemos que ser conscientes que algunas certificaciones avalan animales producidos en sistemas estabulados, otras en pastoreo y otras más en sistemas mixtos. En este caso nuestra decisión de compra dependerá de los aspectos que más valoremos como consumidores de acuerdo a nuestras percepciones y creencias. Por ejemplo, podemos preferir consumir productos de animales criados en sistemas convencionales, pero con menos densidades y con manejo amigable, o de animales criados en libertad y libre pastoreo. Esta decisión siempre será más libre en la medida en que contemos con más información de la que obtenemos en el empaque y el etiquetado sobre el sistema de producción de nuestros productos favoritos.

Por lo tanto, las certificaciones y compromisos de la industria en cuanto al bienestar de los animales, deberán encaminarse a responder a las preocupaciones generales de la sociedad, pero también a permitirnos a los consumidores elegir libremente de acuerdo con nuestras percepciones y exigencias. Esto se puede lograr facilitando más información a nosotros los consumidores sobre la cría de los animales y los procesos posteriores, por ejemplo con códigos QR, páginas de internet o campañas de visitas o inmersión en las granjas.

Con la colaboración de:

Genaro C. Miranda de la Lama

Departamento de Producción Animal y Ciencia de los Alimentos,

Instituto Agroalimentario de Aragón (IA2),

Universidad de Zaragoza