Algunas claves de la fertilización en viñedo

La nutrición influye en la extracción de complejos fenológicos de la uva. Nos permitirá influir de forma decisiva en la elaboración del vino y en llevar al mercado el producto que nos demanda

Fecha: 19-May-2023

Tags: viñedo

Fuente: Campocyl

Víctor López. Director comercial Grupo Paralcampo

Merece la pena reivindicar para la viticultura del siglo XXI el concepto de ‘terroir’ como la relación establecida entre elementos como el suelo, el clima o la geología de aquel paraje en el que desplegamos nuestro viñedo.

Víctor López, Paralcampo

No podemos perderlo de vista a la hora de diseñar nuestra estrategia de fertilización, del mismo modo que no podemos olvidar factores como las variedades con las que trabajamos o los objetivos de producción que perseguimos, tanto en cantidad como en calidad.

Y es que una cepa desnutrida, con mala brotación o mal cuajado, tendrá un papel muy pobre a la hora de ofrecernos la uva que necesitamos. Como todo el mundo sabe, con mala materia prima ni el panadero hará buen pan ni el cocinero obtendrá un buen guiso. Ni haremos un vino de calidad, con capacidad para competir en el mercado.

Tengamos en cuenta, por tanto, que la nutrición influye en la extracción de complejos fenológicos de la uva que emplearemos en la elaboración de vino. Nos ayudará a obtener el vino que queremos poner en el mercado, de modo que un buen uso de esta herramienta será de gran ayuda a la hora de garantizar la rentabilidad de nuestra explotación.

¿Conocemos nuestro suelo?

Lo primero que debemos tener en cuenta es cuál es nuestro tipo de suelo. Deberemos conocer su estructura, sus características, con periódicos análisis de tierra para conocer sus necesidades… y las del viñedo, puesto que, evidentemente, la uva puede tener diferente demanda de nutrientes a la hora de generar azúcar.

Por otro lado, deberemos tener muy presente la importancia de que el viñedo mantenga un equilibrio adecuado en el desarrollo de la masa foliar, el cuajado, la formación de racimos… dentro de los parámetros que establezca el reglamento de nuestra DO.

¿Cuál es la procedencia de esos nutrientes?

Tradicionalmente el agricultor se dirigía al ‘abonero’ para hacerse con el fertilizante y acababa abonando el viñedo con el mismo producto que empleaba en los cultivos extensivos.

Hoy las compañías están cada vez más especializadas, hasta el punto de ofrecer los nutrientes que necesitan tanto el majuelo como la planta, incluso con la posibilidad de conocer la procedencia de esos elementos, especialmente el potasio y el fósforo.

Si el potasio se adquiere en forma de sulfato potásico tendremos la garantía de que se trata de un producto casi exento de cloros. En cuanto al fósforo, conocer su procedencia nos permitirá conocer la mayor o menor presencia de metales pesados, como el cadmio.

Son aspectos a los que tradicionalmente se prestaba poca atención, pero que están cada día más presentes en el conjunto de la industria agroalimentaria.

¿Y qué pasa con el abono orgánico?

Tampoco se presta mucha atención a la presencia de metales pesados en el abono orgánico, ya sea de procedencia animal, vegetal o industrial.

Estamos muy acostumbrados a que nos ofrezcan ese tipo de abono con el argumento de que cuenta con un importante porcentaje de materia orgánica. Eso está muy bien, cierto, pero preguntémonos por lo verdaderamente relevante: cuál es su procedencia y cuál es su composición.

Y atención, porque no debemos descartar un análisis de ese abono, del mismo modo que se puede analizar el fertilizante sintético que empleamos habitualmente: no solo debemos acostumbrarnos a leer el etiquetado; conocer su composición y su origen nos ofrecerá pistas sobre la solubilidad de sus elementos o, por ejemplo, sobre la volatilidad de elementos como el nitrógeno.

Atentos al estrés de la planta

La estrategia de fertilización debe tener en cuenta que la viña es un ser vivo como otro cualquiera, y que por tanto debe estar alimentada. Nuestro planteamiento debe ser anual, de modo que deberemos atender a la extracción de nutrientes del año anterior. Y sobre todo a cuál es el estado de la planta, puesto que una cepa que ha estado estresada siempre necesitará ayuda.

Tomemos nota de esas situaciones de estrés, que pueden haber llegado por escasez de agua, por exceso de temperatura, por heladas a destiempo o por un pedrisco. Incluso por una labor de reconstrucción del viñedo. A través de los nutrientes ayudaremos a la planta a que se recupere y esté en mejor situación para darnos la uva que necesitamos.

Tampoco perdamos de vista que no requieren la misma alimentación una persona entrada en años que un joven deportista, con lo que no trataremos del mismo modo a una planta que empieza a entrar en producción que a una cepa prefiloxérica.

…y llegó la nueva PAC

La puesta en marcha de la nueva Política Agraria Común ha puesto de actualidad las famosas cubiertas vegetales, una práctica que en realidad es milenaria y que muchos viticultores conocen a la perfección.

Ahora bien, no porque la PAC nos empuje a dejar cubiertas vegetales debemos olvidar que somos agricultores: deberemos valorar qué queremos conseguir con esta práctica y si nuestra finca, nuestro majuelo, se puede permitir un tipo de cubierta u otro. Tengamos en cuenta que algunas de ellas pueden contener rivales de nuestra viña, que compitan con ella por los nutrientes o incluso que le transmitan enfermedades.

Por otra parte, se debe calibrar la presencia de esa cubierta en relación con el balance de nutrientes: qué elementos puede haber absorbido, pero también qué materia orgánica aportamos a nuestro suelo si, por ejemplo, enterramos la cubierta en el mes de mayo.

Deberemos analizar muy bien por qué tipo de cubierta nos inclinamos, tanto atendiendo a las cuestiones agronómicas como a la PAC, puesto que esta cuestión estará muy relacionada con el ecoesquema al que nos acojamos. Analicemos la normativa y los ingresos que estas prácticas nos puede reportar, pero tengamos en cuenta, también, los inconvenientes que puedan suponer para el cultivo.